La tecnología ha revolucionado la sociedad y también el trabajo, por supuesto. Hay personas que adoran su trabajo. Para otras muchas es un trámite diario que permite un sueldo a fin de mes. No vamos a pensar en el motivo por el que no pueden o quieren buscar otra cosa.
La cuestión es que nos encaminamos a un mundo en el que la automatización se encargará de muchos trabajos menores, en los que no es necesaria la mano del hombre. Y en cambio, los que si necesiten al ser humano, los creativos, tendrán que ser totalmente vocacionales con un fuerte implicación.
Mientras esa realidad se instala en nuestro mundo laboral, algunos estudios hablan del papel fundamental que ocupan los líderes, aquellos que dirigen las organizaciones. Tan importante que solo el hecho de que su jefatura sea digamos, mala, puede hacer que un gran equipo se vaya al traste.
Un trabajador que no está a gusto en su entorno laboral es improductivo. Con el agravante de que su actitud es contagiosa al resto del equipo, es un hecho incontestable. Si se crea una mala atmósfera hablamos de una situación difícil de revertir, que afecta a la productividad de la empresa y por ende al de la economía. Empleados no se identifican con la empresa, sus valores y sus objetivos, que en el mejor de los casos piden bajas, se estresan. O sencillamente abandonan, con el perjuicio que supone a la empresa, en todos los aspectos, incluso por la mala fama que produce una gran rotación de empleados.
Ahora nadie espera estar en el mismo empleo toda la vida. Ni entrar y salir todos los días a la misma hora con una rutina insufrible. En muchas empresas hay un billar o un futbolín, nadie controla rígidamente el trabajo e incluso los horarios son flexibles, incluído el teletrabajo. Todo lo necesario para que el empleado tenga un ambiente propicio para hacer su trabajo de manera feliz, felicidad laboral.
Los actuales empleados, esos millennials que nacieron los últimos veinte años del siglo pasado valoran mucho su empleo, casi tanto como su vida personal. Por eso quieren estar a gusto, trabajar en un sitio donde puedan crecer y desarrollarse. Y quieren otro tipo de jefatura, más que jefes buscan gestores de felicidad.
Nada de seres altivos con una idea fija. Necesitan líderes que analizan, conversan, que alinean al empleado para conseguir un objetivo. Que refuerzan las fortalezas y subsanan las debilidades. Esos consiguen que haya un compromiso fuerte, una gran implicación con la empresa, el proyecto y el equipo. Y los empleados encuentran así un ambiente optimista, están motivados, ilusionados. Se fomenta la resolución de problemas, la estabilidad, la lealtad, la productividad. Un buen ambiente laboral que influye en lo personal y viceversa.
La baja productividad en los trabajos es un grave problema mundial al que hay que buscar solución. Los nuevos tiempos requieren nuevos métodos. También nuevos líderes